La pregunta del millón, y no sólo aplica al inglés, sino a cualquier idioma extranjero. ¿Por qué, por más que lo intentás una y mil veces, no sos capaz de llegar al nivel que deseás?
Simple, lo estás aprendiendo mal. O más bien, estás usando métodos obsoletos.
Gramática, gramática y más gramática.
¡No me malinterpretes! No digo que la gramática sea mala. Para nada. Pero estoy casi 100% seguro que no es la vía de aprendizaje más viable.
Memorizar estructuras, palabras, frases armadas y todos los tiempos verbales no van a hacer que hables fluidamente. De hecho te aseguro que podés llenar todos los libros de texto, completar cada ejercicio, escribir excelentes letters y essays, pero aun así sentir que tu nivel oral no evoluciona.
¿De qué sirve saber todas las palabras del diccionario si no somos capaces de usarlas?
Lo cierto es que, sea cual fuere la razón por la que quisieras aprender un idioma, hay una sola forma efectiva, divertida y significativa para hacerlo: EXPOSICIÓN.
¿Exposición? Sí, el hecho de estar expuesto al idioma objetivo hace que internalices sus formas, sonidos y su entonación.
No obstante, no es un proceso fácil o rápido. Pensalo, un idioma nuevo es un sistema nuevo. No hay forma de que podamos dominar algo así en un par de días, semanas, o meses.
Claro que si invertimos muchas horas resultará más sencillo, pero también necesitaremos mucha práctica.
Formas de exposición
ESCUCHAR (en este caso) inglés en contextos reales, tales como un programa de televisión, una serie en Netflix o algo tan simple como una conversación entre dos o más personas hablando en inglés.
LEER material en inglés, como por ejemplo: un libro de cuentos, un artículo periodístico, un paper académico o, por qué no, subtítulos de tu serie favorita.
Vale aclarar que por empezar a aplicar algunos de los ejemplos anteriores, no vamos a aprender inglés mágicamente. Hay que seguir una serie de pasos para hacer que tu experiencia sea significativa y realmente sume a tu aprendizaje.