Los babilonios de la Mesopotamia creían que los sueños positivos eran enviados por los dioses y los negativos por los demonios. Los asirios que los sueños eran presagios. Luego los egipcios creían que los sueños se basaban en aspectos de la realidad que la conciencia no puede apreciar, y establecían tres clases de sueños: los oráculos que contenían mensajes de los dioses, los que anunciaban un peligro o enfermedad, y los que tenían lugar durante ceremonias. Para los negativos utilizaban conjuros preventivos.
Los griegos creían que las personas que aparecían en los sueños eran espíritus que vivían cerca del mundo de los muertos. Aristóteles, en cambio, creía que los sueños que pronosticaban enfermedades podían estar causados por el reconocimiento inconsciente de los síntomas de la enfermedad por parte del sujeto. Además creía que la persona que tenía un sueño podía provocar, inconscientemente, que este sueño se cumpliese. También en la antigua India le daban importancia a la interpretación de los sueños. Los premonitorios se cumplirían según el momento en que se soñaran: si tenían lugar poco antes del alba se harían realidad antes que otros soñados a primera hora de la noche.
Muchas tribus de indios norteamericanos, como los hurones, consideraban que los sueños revelan los deseos ocultos del alma. Nos acercamos al pensamiento de Freud.
Sigmund Freud decía que los sueños son la vía regia al inconsciente. Y explicaba que en general, no podemos interpretar el sueño de otro si no quiere revelarnos los pensamientos inconscientes que están tras el contenido onírico. Planteaba como excepción los sueños típicos, como el de turbación por desnudez y el sueño de la muerte de personas queridas. Según Freud, en la interpretación de estos sueños típicos fallan las ocurrencias del soñante, que en todos los otros casos nos encaminan a la comprensión. Estos sueños estarían vinculados con cuestiones edípicas, con fantasías de deseo infantiles. Los sueños de desnudez en público que provocan una sensación penosa, muestran el conflicto entre el deseo infantil de exhibición y la exigencia de la censura. Y un chico puede soñar con la muerte de su padre/hermano porque representan rivales.
Así como podríamos calificar de “universal” la competencia por el amor materno (el amor de quien cumple la función materna), una lengua, en cuanto código de signos, es también compartida universalmente por toda una comunidad, como sucede con nuestro idioma castellano. Pero lo que nos dice un sueño haciendo uso de la lengua es algo particular. Y quien sueña es quien tiene la asociación adecuada. Por tanto si interpretamos debemos enfrentar la dificultad del esclarecimiento caso por caso.
Sabiendo además que no es posible una comprensión plena. Por más cuidadosa que sea una inferencia, deberá conjugarse con todo un estudio comparativo de operaciones psíquicas. Los supuestos que extraemos del análisis de un sueño deben aguardar hasta que puedan acoplarse a otros resultados provenientes del mismo problema. A estas dificultades se agrega el olvido de los sueños. Lo que recordamos y sobre lo que ejercemos nuestras artes interpretativas está ya mutilado por la infidelidad de nuestra memoria. El recuerdo no es solo lagunoso, sino que lo puede reflejar de manera infiel. Pero tratamos como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores sería una improvisación arbitraria.
Si bien desfiguramos el sueño en el intento de reproducirlo, reencontramos en esto la elaboración secundaria, y ésta no es arbitraria. Las alteraciones que experimenta la redacción en la vigilia mantienen enlace asociativo con el contenido.
Lacan decía que si bien los casos se prestan a cierta generalidad, el análisis es siempre una ciencia de lo particular. Su campo es la verdad del sujeto, dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad. Y distinguía diversas funciones de la palabra. Hay una oposición entre palabra vacía y plena. Esta última es la que realiza la verdad del sujeto.
El arte del analista debe ser el de suspender las certidumbres del sujeto. Y es el discurso donde debe escandirse su resolución. Es una puntuación afortunada la que da su sentido al discurso del sujeto.
Lacan nos recuerda lo estipulado por Freud, que al sueño hay que seguirlo al pie de la letra. Lo cual se refiere a la instancia en el sueño de esa misma estructura literante o fonemática, donde se articula y se analiza el significante en el discurso. Las imágenes del sueño no han de retenerse sino por su valor significante. Los procedimientos sutiles que el sueño muestra emplear para representar articulaciones lógicas, son objeto en Freud de un estudio especial en el que se confirma una vez más que el trabajo del sueño sigue las leyes del significante.
En la obra de Freud podemos demarcar, dice Carlos Kuri, dos lingüísticas no explicitadas: una en la clasificación que daba de representación-cosa y representación-palabra, herencia del clasicismo, donde la conceptualización del signo se establecía en una suerte de completud. La otra lingüística se encuentra en textos como Psicopatología de la vida cotidiana, o El chiste y su relación con lo inconciente, descubriendo el perfil de otra inherencia del lenguaje en la obra de Freud.
La instancia que se establece es un descarrilarse de otro decir, del decir de la conciencia que homologamos con el del signo. El inconsciente se delineará entonces en la superficie del discurso. Y será la posibilidad de transgredir al código lo que definirá al inconsciente. Hablar más allá de lo que el enunciado permite. Para oírlo la herramienta necesaria será la escucha psicoanalítica, que hace énfasis sobre lo discursivo. El ejemplo que da Kuri es el caso de un sueño que consistía sólo en la imagen del techo del consultorio, y que asociación mediante pudo puntuarse como un “te echo”. La única posibilidad de acceder a la retórica del inconsciente es en el campo propio de la retórica del inconsciente, el campo donde se pulveriza el signo y comienza a decir el significante.
Nora Barredo
(20/1/2020)
Bibliografía:
Freud, S. 1900. Tomo IV “La interpretación de los sueños”, Cap.V, Pto. D. Amorrortu.
Freud, S. 1900/1. Tomo V “La interpretación de los sueños”, Cap.VII. Amorrortu.
Giménez, M. 2000. Colección esencial. Cap. Creencias en la antigüedad. Ed. Océano.
Kuri C. 1979. Significante y sujeto en Lacan: Segundo seminario.
Lacan, J. 1953/4. Seminario I “Los escritos técnicos de Freud”, Clases 2 y 4. Paidós.
Lacan, J. 1975. Escritos 1. Función y campo de la palabra. Siglo XXI.
Lacan, J. 1975. Escritos 1. La instancia de la letra. Siglo XXI.