Pese a que no haga uso de esta sección tengo un blog personal sobre historia, principalmente de artículos de divulgación.
Puedes leerme en: https://elespiritudedunkerque.wordpress.com
Aquí un ejemplo, el que fue mi primer artículo.
En el contexto del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los primeros meses tras las declaraciones formales de guerra de Francia y Gran Bretaña fueron de tanteo, en lo que posteriormente se denominaría como “Guerra de broma”. Pese a que los acuerdos de las dos naciones con Polonia les obligaban a intervenir en caso de invasión a esta última por parte de Alemania, los ejércitos prácticamente no fueron movilizados. Las primeras escaramuzas se desarrollaron en el Océano Atlántico y en Noruega, tras la invasión del país por parte de la Wehrmacht, pero a lo largo del Rin (el que se presuponía el principal escenario bélico dada la situación) no ocurría literalmente nada… hasta el 10 de mayo de 1940.
En un ejemplo más de superioridad táctica alemana, característica de los primeros años de conflicto, dos grupos de ejércitos diferenciados invadieron casi simultáneamente los Países Bajos y las Ardenas, dirección a Sedán. Como el ataque a los Países Bajos se inició antes, el por aquel entonces Comandante Supremo del Mando Aliado, Maurice Gamelin, decidió contraatacar e invadir Bélgica con el fin de frenar a los alemanes fuera de territorio francés. En aquellos momentos, el rápido avance alemán ya había ocupado los Países Bajos. Además, el otro grupo de ejércitos, que ya había penetrado en las Ardenas, viró hacia el norte, originando así una maniobra de pinza de manual que atraparía a las tropas aliadas en Bélgica, separándolas del grueso de los ejércitos aliados en Francia. Los contraataques aliados no pudieron frenar la estrategia alemana y los ejércitos franceses, el belga y la Fuerza Expedicionaria Británicaquedaron atrapados en el momento en que los alemanes llegaron al canal de la Mancha por el oeste y empezaron a estrechar el cerco hacia el norte.
En una de las situaciones más extrañas y a la vez polémicas de la guerra, las fuerzas alemanas se detuvieron justo en Dunkerque. Tradicionalmente, se ha creído que Adolf Hitler tomó esta decisión a expensas de Hermann Göring, comandante de la Luftwaffe, que aseguraba que la fuerza aérea alemana estaba lista para entrar en acción y mostrar su poderío aniquilando las fuerzas aliadas atrapadas como pájaros enjaulados. También hay historiadores que aseguran que se trataba de un acto de honor militar clásico ante una retirada, puesto que al detener el avance se daba la posibilidad a los aliados de organizar un perímetro defensivo medio decente y una posterior evacuación desde Gran Bretaña. Sin embargo, esta teoría resulta difícil de creer, pues los combates no cesaron y los aliados fueron bombardeados por tierra, mar y aire. También se teoriza respeto a los reconocidos intereses por parte de Hitler de llegar a acuerdos para evitar la guerra con Gran Bretaña, sobretodo antes de iniciar el ataque a la URSS, para evitar luchar en frentes tan dispares.
A fin de cuentas, y desde mi punto de vista, la realidad más probable es que los comandantes de los dos grupos de ejércitos alemanes que habían llevado a cabo la maniobra, Gerd von Rundstedt y Günther von Kluge, sugirieron el alto con el fin de reorganizarse y evitar una posible rotura en la bolsa por parte de los aliados. Hubo un punto de confianza importante en el Alto Mando alemán, ya que dejar tres días para ese cometido se presume una estrategia muy arriesgada, hasta el punto de que Winston Churchill, que había sido elegido primer ministro hacía poco, pudo organizar la “Operación Dinamo”, cuyo fin era evacuar a los británicos de Dunkerque.
Dada la situación inhumana que se encontró en las playas, las preferencias para evacuar solo a los soldados británicos cambiaron: había que sacar más de 400.000 hombres de esa trampa. La Royal Navy se puso manos a la obra, mientras que la Royal Air Force fue enviada en masa para cubrir la evacuación. La vida de muchos pilotos fue sacrificada con ese fin. Con el objetivo de acelerar la operación, se enviaron enormes barcos, pero, con el ya de por si complicado ejercicio de llevar a cabo una evacuación en esas circunstancias y bajo fuego enemigo, se unió el hándicap del enorme calado de esas embarcaciones, que ni siquiera podían acercarse a las playas. Es en ese momento que una ola de solidaridad recorrió las islas británicas. Voluntarios de todos los puertos salieron con sus pequeñas embarcaciones para aportar su granito de arena en la evacuación, arriesgando sus vidas para poder cubrir el recorrido de los soldados desde la playa hasta los grandes navíos.
El resultado se puede considerar un éxito. En poco más de una semana, se pudieron evacuar más de 300.000 hombres, aunque los últimos 30.000 que cubrían la retirada fueron irremediablemente hechos prisioneros. Pese al éxito de la operación, los costes fueron enormes. A las bajas del ejército del aire se sumaron la destrucción de varios buques de la marina británica. Además, durante la evacuación de personal, grandes cantidades de equipo y vehículos tuvieron que ser abandonados en la playa, en una perdida material que retrasaría enormemente la puesta a punto del ejército británico, y de los aliados en general, de cara a futuras operaciones.
Pese al uso propagandístico que se le dio a “El Espíritu de Dunkerque” en un momento particularmente delicado de la historia de Gran Bretaña, como sería los primeros años de guerra, hay que reconocer que un porcentaje más bien bajo de soldados se beneficiaron de la ayuda de pesqueros y yates particulares. Además, la mayoría de esas embarcaciones ni siquiera fueron pilotadas por sus propietarios, sino que fueron incautadas por reservistas. No obstante, en el albor de unos años durísimos para el país, hasta la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, cualquier ayuda, por muy simbólica que fuera, sumaba. Con la capitulación de Francia, ahora tocaba resistir en solitario en suelo patrio.
Pero esa es ya otra historia.