Hace unos años que me dedico a dar clases de Español como Lengua Extranjera o, mejor dicho, ELE. Nunca en mi vida pensé que podría llegar a ser ese uno de los motivos por los cuales me levanto todos los días a buscar nuevas formas de entender nuestro idioma y de hacerlo accesible para todos.
Empezá a dar clases particulares
Me he visto en la complicación de no saber cómo abordar temáticas y de ponerme en el lugar de esa persona que intenta comprender una lengua tan compleja, como el español. Aunque, creo que la peor parte es lograr focalizar qué tipo de español queremos enseñar. Si enseñamos el español que hablamos en Argentina, algún español neutro o, simplemente, el que se habla en España.
La dificultad de enseñar una lengua es pensar qué dialecto enseñamos, porque se puede viajar por todo latinoamérica y encontrar muchas maneras distintas de hablar este idioma tan rico. Me vuelvo a poner en el lugar del extranjero que quiere aprender, o que lleva años aprendiendo, pero que viaja a varios países hispanohablantes y no sabe cómo manejarse.
Siento que nuestra tarea, como profesores de ELE va mucho más allá que enseñar algunas reglas gramaticales y parte de la normativa. Nuestro rol implica enseñar que nuestro idioma es tan complejo y dispar, que resulta un español nuevo por cada país o región que lo utilice.
Creo que la primera palabra que tenemos que trabajar es la paciencia. Paciencia para nuestro alumno, que se enfrenta a un mundo completamente nuevo y paciencia para nosotros mismos para abordar semejante iceberg. Con empeño y esfuerzo, el alumno terminará comprendiendo que, no hay un español, que no hay una forma de hablarlo que sea mejor que otra y que, en este camino de ida, nunca dejará de sorprenderse con las maravillas de nuestra lengua interculturalizada.